Las Matemáticas surgieron cuando la humanidad empezaba a dar sus primeros pasos. El hombre y la mujer prehistórica tuvieron la necesidad de contar cosas como los animales de un rebaño o los días y las noches. Rápidamente hallaron una correspondencia entre las unidades de un conjunto (los objetos propiamente dichas) y los elementos generados en otro como son las marcas talladas que hacían en huesos. Hasta nuestros días se han conservado varias herramientas como el hueso de Lebombo (37.000 años de antigüedad aproximadamente) o el hueso de Ishango (del Paleolítico Superior).
La correspondencia de una unidad a un elemento simbólico (como una muesca en un hueso) se denomina correspondencia uno-a-uno o biunívoca y pronto condujo a la simplificación de las marcas. El empleo de símbolos, a los que hoy en día llamamos números, permitía representar cantidades de manera más práctica e inmediata. Por supuesto, la invención de los actuales números pasó por importantes evoluciones históricas. De la secuencia de marcas en los huesos, pasamos a los primeros caracteres cuneiformes y, después, a los sistemas alfabéticos de los fenicios y griegos.
Si bien fueron los griegos los que la transformaron en una ciencia.
